En el fresco embrujo del bosque
una cara tallada
asoma desde un tronco.
El mar...
Neptuno y sus barbas
degollando langostinos,
el Hombre Verde
vestido de sal.
Los árboles se retuercen
con afán vertical
y el cielo desaparece, como
con ganas de jugar.
Pese al verde general
-aquí o allá-
campanillas azules insisten
en acercarme las mareas.
Más allá de la pradera
hay bullicio de ciudad,
pero aquí sentada
entre retazos de cristal
una mariposa se posa en mi pecho,
la mariposa no se quiere marchar,
va y viene con acrobacias
como si yo fuera
una mera florecita más,
de la mejilla al hombro
de la rodilla al talón.
El éxtasis en el aire
plagado de espadachines
hoy me llevó
de regreso
a orillas del mar.
love it!
ResponElimina;-) xx
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