Querría hundir las manos
en un poema de agua
y escribir un cuenco de arcilla
construir una sola palabra
a cincel y a oscuras
alisarle las paredes
y añadirle una moldura
secarla al sol
como un panecillo
único y perfecto
que sucumbe al mediodía
dejarla macerar
por siete días
y observarla
hasta que le crezcan patitas
lustrarle las alas
y esperar
que el vacío la engulla
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