dimecres, 10 d’octubre del 2012
Compañero de caucho
Si te preguntara,
amigo de caucho,
de qué huyes
tal vez me mandarías
la resaca de un sueño con alas,
acaso un grito
con recuerdo de espesura.
Si te acompañara,
mis brazos serían tus ramas
mis raíces, las huellas
por las que caminas
el horizonte, un ovillo terco y
plagado de travesura.
Y si alguien, de un soplo
nos recordara,
una laguna de viento
nos llevaría, de nuevo
hasta el castillo de marfil
al norte de esa playa,
a la casita blanca
en la cima de aquella montaña
o volveríamos al sur,
allá donde reímos.
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El viento siempre nos trae lagunas y más de una incertidumbre, quizás tu casita blanca o el sur de la sonrisa sean capaces de construir el castillo de marfil, aunque la montaña no sea lejana
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