la medalla de oro
se la llevó de calle éste.
Ando por un jardín
y sé que es primavera,
mis pies siguen
un sendero rojo
de gala
hay bocaditos y champán
y conversación educada
unos músicos entonan
sin prisa
alguna nota,
afinando
y como viniendo de muy lejos,
unas voces,
que sigo,
y bajo un arco de hiedra
sentados
en un banco de piedra
dos ancianos
de la mano
entonando
el coro de peregrinos
de Tannhäuser,
la orquesta espera su momento
para crecer como tormenta
y entonces la abuelita se pierde
y debo ayudarla a continuar
uniéndome a ellos
en un torbellino de piel erizada
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