Una anciana con carita de
duende
descansa en el cerro
junto a la casita de piedra.
Hoy vendió poca alfalfa para cuy,
bajó temprano de su montaña
con su sombrero enorme
y zapatitos mocasines,
cargada hasta los dientes
de cestos con hierbas innombrables,
frutas escasas y ni una sola queja.
Otra abuelita de igual sombrero
y mil arrugas
vende quesos de vaca.
Se ríe con ganas
de esta gringuita marciana
que le habla de quesos de cabra.
Y sin pedir permiso,
de golpe
el cielo se enfurece,
recordándonos a todos
quien manda,
y salimos corriendo
hacia ninguna parte,
escoltados por el agua
descansa en el cerro
junto a la casita de piedra.
Hoy vendió poca alfalfa para cuy,
bajó temprano de su montaña
con su sombrero enorme
y zapatitos mocasines,
cargada hasta los dientes
de cestos con hierbas innombrables,
frutas escasas y ni una sola queja.
Otra abuelita de igual sombrero
y mil arrugas
vende quesos de vaca.
Se ríe con ganas
de esta gringuita marciana
que le habla de quesos de cabra.
Y sin pedir permiso,
de golpe
el cielo se enfurece,
recordándonos a todos
quien manda,
y salimos corriendo
hacia ninguna parte,
escoltados por el agua
Es un poema "anécdota" en el viaje, algo así como quien hace fotos para el recuerdo, Salpica de alguna manera un paisaje y un paisanaje.
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