Desde mi tronco caído
observo el océano una vez más.
Perros playeros danzan al son
de una canción de Ackerbilk.
La niebla de "el Niño"
va componiendo el paisaje
de fresca acuarela.
Un chico pasea
los colores de mi gente
del otro lado
como interrumpiendo este cuadro
tan delicado
con colores de fiesta.
Las olas como siempre
rugen ociosas y libres,
y con ademán desinteresado
van añadiendo piedritas anaranjadas
a este mosaico
que quita el habla
observo el océano una vez más.
Perros playeros danzan al son
de una canción de Ackerbilk.
La niebla de "el Niño"
va componiendo el paisaje
de fresca acuarela.
Un chico pasea
los colores de mi gente
del otro lado
como interrumpiendo este cuadro
tan delicado
con colores de fiesta.
Las olas como siempre
rugen ociosas y libres,
y con ademán desinteresado
van añadiendo piedritas anaranjadas
a este mosaico
que quita el habla
Es inevitable. La voz poética no puede eludir la "mezcla" entre lo que hay y lo que uno "trae". Meclar Wagner con el jazz, un bolero con un refrán, "los colores de tu gente a los colores de la fiesta"
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