Puesta de sol en Barranco
Atardece y acelero mis
pasos.
Llego pronto a aquél acantilado
que unos chicos del barrio
orgullosos me mostraron.
Estoy lista pero voy sin prisas.
De izquierda a derecha,
escaneo a 180º, y juego
a dejarle al cielo tiempo
de cambiarse, coqueto, de ropa.
El Sol y el Mar, descarados,
intercambian luces, como si
fuera uno el barco
y el otro farolero.
Generosos como amantes,
lentos se van seduciendo,
concierto de colores
que sólo conoce el náufrago.
Y nos vemos todos metidos
en una enorme calabaza,
- desperezados de un hermoso sueño -
y ya uno no sabe
si esta luz anaranjada
se debe al cielo, al mar
o al instante en que
no importa ya nada.
O bien al contrario,
se trata de la magia
que se encuentra hoy
algo encabritada...
Llego pronto a aquél acantilado
que unos chicos del barrio
orgullosos me mostraron.
Estoy lista pero voy sin prisas.
De izquierda a derecha,
escaneo a 180º, y juego
a dejarle al cielo tiempo
de cambiarse, coqueto, de ropa.
El Sol y el Mar, descarados,
intercambian luces, como si
fuera uno el barco
y el otro farolero.
Generosos como amantes,
lentos se van seduciendo,
concierto de colores
que sólo conoce el náufrago.
Y nos vemos todos metidos
en una enorme calabaza,
- desperezados de un hermoso sueño -
y ya uno no sabe
si esta luz anaranjada
se debe al cielo, al mar
o al instante en que
no importa ya nada.
O bien al contrario,
se trata de la magia
que se encuentra hoy
algo encabritada...
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