Solté todos los paraguas
me puse el chubasquero
me calcé la calle para
surcarla como un velero
pero el charco parduzco
se iba incrustando de torbellinos,
del cielo colgaba un trapecio
sin origen ni dueño
y desde el trapecio
la luna se iba derritiendo
como el rostro en un sueño,
pálido y vacío
como un molino que lanza
quejidos de muerto.
quejidos de muerto.
Pero abrí los brazos
a los estornudos
que me lanzó el viento
el trapecio se posó bajo mis pies,
lánguido como un espejo
y me llevó allá a lo alto
donde enmudecen las campanas,
donde ya no importa
ni el tiempo.
ni el tiempo.
Publicado en el suplemento cultural del Diario de Palenque (México)
https://www.facebook.com/photo.php?fbid=342498012580725&set=a.106764286154100.15174.100004615871970&type=1&theater