dilluns, 17 de desembre del 2012

Feliz Navidad (II)

Llega la navidad
y mi tierra me llama,
mi gente, las partículas
que forman mi alma.

Sé que será difícil
pasear por las calles
y ver el invierno
desparramado por las aceras
como si ya no importara,

ver al hambriento
sorber bocados de vida
con la mirada aniquilada,

zamparme un festín
mientras afuera
llueven cuchillos
como jabalinas.

Sé que será difícil
almorzar con las noticias,

soportar el fuego
creciéndome entre las costillas.




dimecres, 12 de desembre del 2012

Miércoles de ceniza

Pasaría una bruja
anoche
por el bosque de Milburn

que los árboles amanecieron
con peinetas de ceniza

desde la copa
hasta los pies

y rodeándoles la cintura.



Como un fotograma
en blanco y negro,

la nieve
pulverizando el pecho
de quien la respira

los patitos del estanque
patinando
hasta la caricatura,




algún conejillo
tras la niebla

y ninguna música.







dilluns, 10 de desembre del 2012

Ya no miro las noticias

Yo no quiero
que un violín desafinado
me anide en el pecho

no quiero
sentir frío en la piel
aunque sea verano

no quiero
que la mariposa agonice
hasta volverse polilla



yo quiero
estrellas en el techo,

vivir en el mar
y en la orilla

agarrar el trapecio
y atreverme
a soltar la mano


diumenge, 9 de desembre del 2012

La luna también arde

Arrancarme la piel
a tirillas
hasta el rasgar
de mi cuerpo

medirle la temperatura
a mis huesos
y bucear
a través de la lluvia,

sacudirme la cal
como un buque
o una ballena

podarme la leña triste
y encender la chimenea

y es que anoche
la luna bajó hasta mis manos,

y aunque la luna es
perfecta y suave

cuando la sujetas,
la luna también arde








dimarts, 27 de novembre del 2012

Relato: Los bosques de Milburn

En los bosques de Milburn, antaño vivía un leñador con fama de huraño, se decía que era grande como un ogro. Pero de aquella época solamente queda una caseta, con las ventanas forradas de aire y las paredes pintarrajeadas. Y como siempre ocurre cuando alguien encuentra el esqueleto de un retazo del pasado, una leyenda nace.

Ésta en particular habla de un espíritu encapuchado que no conoce los buenos días y cojea por pura coquetería, cómo si tratara de evidenciar un pasado guerrero contra algún tronco traicionero. Apoyado en un bastón, aprovecha la duermevela de la madrugada para aparecerse en los caminos, cortar algo de leña, desayunarse algún conejillo despistado... siempre con la atenta complicidad de sus fieles devotos, una manada de zorros que lo andan siguiendo desde siempre, o así lo parece. Con el pasar de la rutina, al encapuchado ya no le apetece aparecerse en los caminos, cortar leña ni degollar gazapos dormidos, pero el pobre no conoce otra vida y sigue con lo suyo, con el único consuelo de alimentar la nostalgia.

Y así transcurren las madrugadas en los bosques de Milburn: el encapuchado, la niebla, sus fieles guardianes mimetizados con el otoño que va barriendo el viento. Cuanto más desnudos se van quedando los árboles del bosque, ni asustar a los incautos divierte ya al encapuchado, solamente sus fieles compañeros retozan con entusiasmo, olisqueando el aire. Ya harto, el que una vez fue leñador decide cortar por lo sano. Así que parte. Parte aun intuyendo que nunca podrá llegar lejos, que nunca podrá huir de un destino que le fue marcado en cuanto nació.

Y es que el leñador había nacido en absoluto silencio, discretamente. La comadrona tardó en percatarse de que ya era de este mundo; la madre, por supuesto, falleció en el acto. Sobrevivió de puro milagro y pasó una infancia y adolescencia sin que los demás notaran de sus andares y venires por los pasillos. Por supuesto nunca tuvo la ocasión de adquirir el don del habla, al no tener la oportunidad de practicar, pero escuchaba las conversaciones de los demás y se hacía una idea propia de cuanto ocurría. Y ocurrieron muchas cosas, algunas las entendió a medias, o a su manera, y el mismo día en que todos partieron, la naturaleza fue tomando posesión de la casa, transformándola en la caseta que ahora habita, destartalada, el centro del bosque y que sería el hogar del leñador hasta el incidente del tronco que cayó donde no debía.

La muerte vino tan silenciosa como lo había hecho años atrás la vida; en cambio, la transformación de leñador a encapuchado fue algo dolorosa. Por primera vez, los demás eran capaces de verlo, de saber de su existencia, algunos incluso lo saludaban con un gesto o trataban de hablarle. El leñador estaba tan asustado que, debido a su torpeza en asuntos diarios, pronto ganó fama de huraño, pero es que al leñador jamás nadie le había enseñado cómo funcionan estas cosas. Así que al principio se escondía, evitaba todo contacto. En esa época fue cuando llegó la manada de zorros. Con ellos todo era distinto. Con ellos ya no debía esconderse. Con ellos todo estaba sincronizado. Con ellos se había convertido en leyenda, en esta leyenda que ahora lo sepultaba y que lo obligaba a huir.

Y sincronizada fue también su partida, adentrándose en lo más profundo del bosque, donde los árboles son más espigados y el aire más oscuro. Andaron y andaron, del bosque llegaron a un claro, del claro a un riachuelo, del riachuelo a un gran río, y de allí, al mar. El océano. Jamás había el encapuchado tenido tanta belleza al alcance de sus ojos. La manada jugueteaba en la arena como cachorros, los hocicos rebozados de arena. El encapuchado se quitó la capucha y entró en el agua. El encapuchado, ya sin capucha, caminó y caminó, solo, por el fondo del mar, sintiéndose libre. Las criaturas marinas lo observaban sin juicio alguno, a nadie parecían importarle sus ademanes hoscos, su cuerpo de ogro. Así que decidió quedarse y seguir caminando.

La manada, una vez agotada de esculpir castillos en la arena, regresó al bosque, a la caseta. Y allí se quedarían para siempre, apareciéndose en los caminos, zampándose algún conejillo.Y, el que en vida fuera leñador y encapuchado tras la muerte, sigue hoy en día caminando por el fondo de los océanos, sin tener que cortar leña, sin tener que aparecerse en los caminos.



dimecres, 21 de novembre del 2012

Centrifugando la lluvia

Como reza la canción,

ya está aquí la lluvia
de nuevo...

y llega a borbotones,

acalambrándole los buenos días
al zorro que me cruza
y que hoy decide
quedarse en su guarida,


llega
a crucificar los caminos
con ríos de agua parda

y ribetes de espuma.


La lluvia,
no llega desde arriba.

La lluvia hizo un pacto,
la lluvia lleva
todo el agua encima,

y mientras la tierra
traga,

mis ruedas centrifugan.





dilluns, 19 de novembre del 2012

Gernika Forever

En este loco mundo
de Gernikas multiplicados

una cabra se sube al monte
a por su pasto,

para que las nubes
le cosquilleen el hocico

y divisarlo todo
desde lo alto.



En este loco mundo
de ojos vendados

la cabra lanza su balido,

la cabra se prepara,

en este loco mundo
de banderas por mortaja

la cabra coge carrerilla
y se lanza al agua.