Que venga el fuego,
que venga,
por el aire y
cargado de espinas,
en la mirada silenciada
de los toros
desde el corazón
de los hombres
o por debajo
de la tierra
pero que venga,
desde el mástil
de la esperanza
desde el esqueleto
de un caballo
que se aleja
que venga
por las grietas
que aparecen en las casas
cuando alguien falta
por el canto que escapa
del recién nacido
cuando viene de nalgas,
que venga el fuego
para los que sobreviven
hasta el óxido
y aquellos que cantan a gritos
aun estando dormidos
que venga
a través del mar
como buque
o desde el caño
como sanguijuela
¡pero que venga!