divendres, 2 de maig del 2014

EL BARCO PIRATA - Segunda parte del cuento LAS DOS MONTANAS (La montaña mágica de Marcel)


EL BARCO PIRATA 


Una vez la envergadura de la montaña se hizo ya imposible, Marcel y sus amigos decidieron construir un barco. Estuvieron todos de acuerdo, seria un barco pirata, porque, de todos los barcos del mundo y de la historia, los de los piratas eran aquellos que vivían mas aventuras.

Como todas las piedrecitas de colores ya se habían extinguido en todas las casas, decidieron improvisar. Salieron en grupos, algunos hacia el río, otros iban rastreando los caminos, el resto buscaba en parques y jardines. Entre todos juntaron todo el plástico que la negligencia había acumulado. Al terminar contemplaron con satisfacción las riberas, los parterres, las cunetas, libres al fin de tanta inmundicia.

Cuando la montaña de desperdicios estuvo clasificada y lavada, empezaron a construir el barco, con las botellas formaron el cuerpo y con los tapones lo decoraron. El resultado era espectacular, un caleidoscopio de transparencias multicolores que relucía bajo el sol. Un palo de escoba fue colocado a modo de mástil y, entre unos cuantos, confeccionaron la gran bandera pirata que velaría por ellos a base de bolsas de plástico recosidas. Ya estaban listos para zarpar.




Consiguieron arrastrar la enorme nave hasta el agua. Habían decidido hacerlo al alba, para que los primeros rayos del día bautizaran cada rincón de plástico hasta iluminarlo por completo. Esperaron en silencio que el agua lamiera la quilla y uno a uno, treparon al barco. Capitán Marcel dio el aullido de salida y los demás lo imitaron. El barco pirata flotaba como un experto cisne, las velas de plástico fino ondeaban como si hubieran nacido velas, el viento perfecto alborotaba el cabello de todos, haciéndolos reír. Solamente en ese instante, se pararon y sin decirse nada, miraron atrás. Marcel y sus amigos vieron algo increíble. La montaña mágica se estaba elevando del suelo, primero lentamente, hasta que soltó un rugido de bestia y se enredó en un torbellino que la hizo desaparecer.

Como si se hubiera roto un hechizo, el sol empezó a alumbrar con otra luz, llegaban pájaros de mil colores de todas partes, ofreciendo todos los cantos que existen en la tierra y una familia de delfines rosados decidió acompañarlos ya para siempre en sus aventuras, que fueron muchas.




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