Un hada repudiada
ronda cabizbaja
por la arena del desierto.
Al pasar, una hilera
de peces-fósil
boquea y ella
les lanza un gesto
sin mirarlos
hasta convertirlos en agua.
El agua se escapa
y a un cactus gigantón
le crecen colores salvajes
entre las arrugas,
por las rodillas
los labios y
el mentón.
El aroma embriaga,
el hada se recoge las alas
empieza a engullirlas
como hojaldres
del verde al rojo
del morado al naranja,
al hada
le sobran las alas,
azul
amarillo
escarlata
ya la bruja
se le va dibujando
en la cara,
el desierto
se convierte
en un ejército
de mariposas
cristalizadas.