divendres, 15 de juny del 2012

Huanchaco- Stranger on the shore



Desde mi tronco caído 
observo el océano una vez más. 
Perros playeros danzan al son 
de una canción de Ackerbilk. 

La niebla de "el Niño" 
va componiendo el paisaje 
de fresca acuarela. 

Un chico pasea 
los colores de mi gente 
del otro lado 
como interrumpiendo este cuadro 
tan delicado 
con colores de fiesta. 

Las olas como siempre 
rugen ociosas y libres, 
y con ademán desinteresado 
van añadiendo piedritas anaranjadas 
a este mosaico 
que quita el habla

Caballito de Totora




En un recodo de la playa
pero soñando con la sierra
yace olvidado y frágil
un viejo Caballito de Totora.

Con sal en el costillar
y recuerdos de marea
al Caballito de Totora
lo asaltan ideas de selva,
aves grotescas, verdes banderas.

Una ola bondadosa se acerca
y mece suave al Caballito de Totora.

Su afán de aventura todo lo puede.
En un último esfuerzo,
el Caballito de Totora zarpa,
mientras el sol amigo
le va soplando, paciente
una a una las coordenadas



Huanchaco


Huanchaco

De nuevo, la llovizna me acompaña a otro pueblecito de pescadores. La cala al amanecer, sorprendida por el agua que va cayendo, pudorosa se cubre de niebla. Pero me conozco ya ese truco oceánico, así que espero. Los Caballitos de Totora también aguardan, con un ojo semiabierto, al sol que no llega... 

Pero llega. En un bar semivacío, una pareja de músicos canta canciones serranas, canciones de mar, canciones antañas, canciones de amores olvidados en la arena... hasta que la chiquilla de sonrisa blanca y piel tostadísima vaya pasando, recogiéndolas y guardándolas en una concha anacarada. 

Y atardece igualmente. Perros vagabundos juguetean en la playa en un baile ritual silencioso, recortándose sus siluetas en el aire. Y ya las redes peinan al mar que ronca.

Puesta de sol en Barranco


Puesta de sol en Barranco

Atardece y acelero mis pasos.
Llego pronto a aquél acantilado
que unos chicos del barrio
orgullosos me mostraron.

Estoy lista pero voy sin prisas.
De izquierda a derecha,
escaneo a 180º, y juego
a dejarle al cielo tiempo
de cambiarse, coqueto, de ropa.

El Sol y el Mar, descarados,
intercambian luces, como si
fuera uno el barco
y el otro farolero.

Generosos como amantes,
lentos se van seduciendo,
concierto de colores
que sólo conoce el náufrago.

Y nos vemos todos metidos
en una enorme calabaza,
- desperezados de un hermoso sueño -

y ya uno no sabe

si esta luz anaranjada
se debe al cielo, al mar
o al instante en que 
no importa ya nada.

O bien al contrario,
se trata de la magia
que se encuentra hoy 
algo encabritada...


El océano en Miraflores


Me despierto en un latido,
el océano me reclama.

No me canso del malecón,
de mi banquito de madera,
de esta soledad perfecta.

A mi alrededor,
las gentes empiezan su día
desayunando brisa y pájaros,
un rico aire en la cara.




A la hora de la siesta
la hierba acompaña,
el océano cómplice
regala la nana.



Al atardecer los banquitos
se entretienen con parejas bescuconas
y yo voy contando sus historias
como si fueran las mías.




Antes de acostarme
vuelvo a mi banquecito en el malecón,
porque siempre es distinto,
porque como amigo me alimenta;

me duermo rápido
soñando que amanezca,

ya el agua me llama.




Lima Centro


LIMA CENTRO






A cuánto la vida, señora, caballero, ¿20 dólares? 


El perro sin amo cierra los ojos, acostumbrado, 
y yo sin poder comer, 
y yo sin saber dormir, 
y yo sin saber cómo mirar. 


Las calles deambulan ruidosas, 
a veces amables, a veces, 
con el aire que falta y 
la piel más quemada 

y el mundo entero 
me parece un documental 
de taxistas parlanchines 

de una chica que me pide los restos de comida 
que yo no alcancé a tragar,

de un chiquillo que aprende a contar 
en la escuela de la calle oscura, 

de huelgas y piquetes, 
de rituales de coca 
y sabores distintos, 

de fantasmas del ayer 
y promesas por cumplir, 

de una historia que se escribe 
desde el sur del alma, 

desde las rodillas 
hasta la lágrima. 



Y yo sin poder comer, pudiendo 
y yo sin saber dormir, teniendo 
y yo sin saber si mirar, aún queriendo