diumenge, 18 de maig del 2014

Hoy te estoy velando


Hoy te estoy velando



Voy dando rodeos
de animal enjaulado
por este enjambre de maleza;

en el rosal,
una flor única
aun cerrada

sobrevive

a las rejas en las ventanas,

a la chiquilla
que unos bestias marchitaron
de camino a casa,

al toro en la plaza,

a funerales
con cajitas blancas.



Una leve caricia
y el rosal se estremece
en el aire sin viento. Pequeña,

cuando finalmente mueras,
ya no habrá risas en el parque
ni cumpleaños felices
con empachos y resacas,

prefiero cortarte ahora
que eres vida y sangre
meterte entre las páginas
del libro que más quiero
para encontrarte siempre,

para que me sirvas de amuleto
y hasta de luna
cuando ella también falte.



Tal vez te corte mañana,
pero hoy te velo, velo.

Hoy
te estoy velando.





divendres, 9 de maig del 2014

La canción de la urraca


La canción de la urraca


Miro el cielo, observo esta panza de burro que a su vez me mira, y recuerdo aquella vez en la que miré por la ventana y la vista solamente ofrecía un monte de crucecitas blancas multiplicándose hasta el espanto. Noto un rugido en el aire apenas perceptible, el runrún rítmico parece venir de una bestia renegando en sueños. De nada me sirve el paraguas, o el amuleto que encontré, si el agua nace de la tierra para rellenarla de charcos de sucio barro. Por lo menos, allá se rellenaban los socavones de obús con cera roja hasta convertirlas en rosas, allá se colgaba la ropa al sol en los barrios minados y los recuerdos familiares tapaban los agujeros en las casas. Aquí, en cambio, el horror es añejo, apenas la recuerdan los árboles que fueron plantados en la gran guerra, apenas se siente el olor a azufre cuando sopla el viento; aun incluso cuando lo hace desde la nostalgia, cada noviembre, en la ceremonia anual en honor a los caídos. La ceremonia en el gran parque del recuerdo, aquella abuelita minúscula cantando a capella con vocecilla de colibrí, la boina de los veteranos tapando gran parte de su rostro.

Sigo mi camino, contando las urracas, como en la canción:




"One for sorrow, two for joy". La segunda se demora tantísimo, que ya los cuervos revolotean, trazando presagios en el aire con un sacudir de alas entre las nubes. Corre un viento desagradable, helándome las narices con aromas de ropero sin usar, como si el pasado hubiera irrumpido en todas las casas hasta hacerlas supurar.


"Three for a girl..." un berrido infantil cruza el aire y aparece la lluvia. Es una lluvia en diagonal, para calarte desde todas las direcciones y desde todas las geografías del mundo.


"Four for a boy" Cuatro rosas para el niño que ya no podrá llenarse los pies de barro mañana,

con sus tres amigos, allá en la plaza o en el puente que cruza el agua helada.

"Five for silver, six for gold" Mercaderes buscan almas en todos los idiomas, encaramados en la triste escalinata como hormigas borrachas de verano... y las almas huyen, como las gotas de lluvia sucias y aterradas en los vidrios de las casas.


"Seven for a secret...

... never to be told"

Todos los supervivientes arrastran un secreto compartido bajo el esparadrapo que les cruza, invisible, la cara. Un secreto solamente palpable un segundo antes de que estalle el cielo, en el instante en que a la panza de burro le nacen unas venas moradas y aparece aquella luz de la que hablan los poetas y los lienzos, hasta que uno regresa, empapado, a su casa.




Publicado en la revista digital Los Omniscientes

http://www.joomag.com/magazine/los-omniscientes/0055716001404434718

divendres, 2 de maig del 2014

EL BARCO PIRATA - Segunda parte del cuento LAS DOS MONTANAS (La montaña mágica de Marcel)


EL BARCO PIRATA 


Una vez la envergadura de la montaña se hizo ya imposible, Marcel y sus amigos decidieron construir un barco. Estuvieron todos de acuerdo, seria un barco pirata, porque, de todos los barcos del mundo y de la historia, los de los piratas eran aquellos que vivían mas aventuras.

Como todas las piedrecitas de colores ya se habían extinguido en todas las casas, decidieron improvisar. Salieron en grupos, algunos hacia el río, otros iban rastreando los caminos, el resto buscaba en parques y jardines. Entre todos juntaron todo el plástico que la negligencia había acumulado. Al terminar contemplaron con satisfacción las riberas, los parterres, las cunetas, libres al fin de tanta inmundicia.

Cuando la montaña de desperdicios estuvo clasificada y lavada, empezaron a construir el barco, con las botellas formaron el cuerpo y con los tapones lo decoraron. El resultado era espectacular, un caleidoscopio de transparencias multicolores que relucía bajo el sol. Un palo de escoba fue colocado a modo de mástil y, entre unos cuantos, confeccionaron la gran bandera pirata que velaría por ellos a base de bolsas de plástico recosidas. Ya estaban listos para zarpar.




Consiguieron arrastrar la enorme nave hasta el agua. Habían decidido hacerlo al alba, para que los primeros rayos del día bautizaran cada rincón de plástico hasta iluminarlo por completo. Esperaron en silencio que el agua lamiera la quilla y uno a uno, treparon al barco. Capitán Marcel dio el aullido de salida y los demás lo imitaron. El barco pirata flotaba como un experto cisne, las velas de plástico fino ondeaban como si hubieran nacido velas, el viento perfecto alborotaba el cabello de todos, haciéndolos reír. Solamente en ese instante, se pararon y sin decirse nada, miraron atrás. Marcel y sus amigos vieron algo increíble. La montaña mágica se estaba elevando del suelo, primero lentamente, hasta que soltó un rugido de bestia y se enredó en un torbellino que la hizo desaparecer.

Como si se hubiera roto un hechizo, el sol empezó a alumbrar con otra luz, llegaban pájaros de mil colores de todas partes, ofreciendo todos los cantos que existen en la tierra y una familia de delfines rosados decidió acompañarlos ya para siempre en sus aventuras, que fueron muchas.




divendres, 18 d’abril del 2014

Hasta siempre, Maestro


Hasta siempre, Maestro





Maestro, partiste ya
en cuerpo

para dejarnos
la mirada de fuego
de un caballero
vagabundo;

nos queda
la cabellera de cobre
de una niña difunta

una orquesta de seres 
levitando
hasta el infinito

el abuelo,
su árbol

los pececitos de oro
que nos regalaste
y que a veces
se tropiezan en mi camino



Cómo darte las gracias
si tú eras el genio
de las palabras

si fuiste mi maestro
y el de tantos

si cada vez que te leo
el espejo se tiñe
de paisajes humanos,

si te debo
cada luna
que atraviesa mi cara.



Maestro
allá donde estés
sé que seguirás tejiendo
misterios de lana

para abrazarnos el alma.






Carta al amante perdido


Carta al amante perdido


Cuando no estés
me acostaré
en la cama del silencio
a borrarle las arrugas

adornaré la mesa
con caviares de papel
y una alegría
color mostaza

me vestiré
con el recuerdo
de tus manos
de tu risa
de caminos desandados.



Cuando te vea
por pasillos y multitudes
chillaré

aunque me invadan
las montañas

aunque mi voz
sea de hielo

aunque nadie
entienda nada

y tu estés siempre
a caballo
entre la lluvia
y el desencanto



Cuando oiga tu nombre
las flores me llevarán
el aroma de tu casa
si es primavera

si es otoño
te convertirás en llama
para tiznarlo todo
con el sordo suspiro
del pasado

pero si fuera invierno
estarán los portales
en un luto
repleto de canas

quedarán las almas
en el arcén
mudas,

desvencijadas,

como un juguete
roto mil veces

como el eco
en el bosque

que ya no sirve
para nada.





dimecres, 16 d’abril del 2014

Cuento: Cazar la sonrisa del bosque


Cuento: Cazar la sonrisa del bosque


El mundo de este cuento se poblaba únicamente de sonrisas. Las había que habitaban en valles y montañas; eran las sonrisas de la tierra y servían para recordar cada cicatriz que ésta se había tragado. Viajando a través del agua, por ríos y mares, existía otro tipo de sonrisa; aquella que pasaba de un ser al otro a través de las lágrimas; las de pena o emoción, las de alegría, las de rabia. Y por último, la tercera sonrisa era la más rara, la más difícil de encontrar cuando alguien la buscaba. La tercera sonrisa no era sonrisa para cualquiera; de hecho, pocos la habían visto y los que vivian esa suerte adoptaban para siempre un semblante distinto. Nunca se hablaba de ella, los que lo hacían caían en un estado de tristeza  tal que jamás en su vida volverían a sonreír. Así que nadie osaba mencionarla. Se sabía que habitaba en el corazón mismo de los árboles del bosque y que era inmune a la tala para leña a la que era sometida; simplemente pasaba de un tronco al otro, esperando. La sonrisa del bosque pasaba su tiempo esperando.

Eran tiempos de paz en este cuento, así que las sonrisas transcurrían su día a día sin necesidad alguna de la sonrisa del bosque. Se recordaban las cicatrices de la tierra a través de temblores que todos aceptaban, se bebía agua del río y se talaban árboles ignorando esa llamita azul que se desprendía del tronco para viajar hasta el siguiente. Eran tiempos de paz, sí, y, por supuesto, una ola de aburrimiento empezó a extenderse, empezando por atacar las flores en los campos, dejándolas cristalizadas. El corazón del bosque se estaba impacientando. La sonrisa que habitaba las valles y montañas se iba acentuando  hasta formar una mueca. La tierra se abría, los ríos desbordaban sus lágrimas hasta dejar un lodo de sonrisas machacadas. Llegaba el caos.

Era evidente. Había que cazar esa sonrisa en llama que habitaba el corazón del bosque. Las sonrisas más guerreras se ofrecieron voluntarias para la tarea. Se prepararon lo mejor que supieron, optando la mayoría por una mezcla de meditación y ejercicio físico extremo para ello, en una rutina que duró un par de lunas. Las sonrisas perezosas siguieron con lo suyo, las más alocadas y aventureras optaron ir por libre y expresaban su lucha a través del color o la música. Eran tiempos revueltos.

Un primer grupo se adentró en la espesura. El resultado pronto se hizo palpable entre los demás. Un chillido desgarrador envejeció el aire hasta dejarlo cenizo. Nadie regresó. El segundo grupo mejoró la táctica y algunos regresaron, aunque ya eran otros.

Los rebeldes independientes poco a poco fueron juntándose. No lo hacían de forma organizada, sinó que cada uno proseguía con su labor, alentados por saber que otros compañeros estaban en lo mismo. Cada cual exponía su obra, cuando estaba terminada, a la orilla del bosque. Empezaron a rodearlo, se iban rellenando los espacios con nuevas ideas, canciones, esculturas hechas con paraguas, acróbatas desafiando el suelo.

El bosque empezó a achicarse. Era como si la cadena fuera un cinturón estrechándose. Cuantas más sonrisas llegaban con sus saxofones y acuarelas, más pequeño se hacia el círculo. Y seguía avanzando.

Inevitablemente, llegaron al corazón del bosque, que por supuesto habitaba en el tronco de un árbol descomunal. Era imposible ver cuánto abarcaba porque su copa avanzaba más allá de las nubes. Por un instante todas las sonrisas enmudecieron. Y tras respirar tan profudamente como solo lo hacen las valles y sus cicatrices, tras sentir que se les vaciaba el alma de las lágrimas derramadas, juntaron las manos. Al hacerlo, toda la música, los colores creados, las formas moldeadas y los saltos en el aire fueron suficientes para disparar al grupo hacia lo alto, hasta posarse en la copa.

Lo que pasó después nadie lo sabe. Se rumorea que siguen allí, alimentando los corazones de quienes se pierden en el bosque, llenando de lágrimas a los que se atreven a abrazarle el tronco al árbol  habitado de sonrisas e inspirando con la paz de los siglos a aquellos que osan treparle por la piel.





dimecres, 26 de març del 2014

Papa

Papa



Cómo hago
para que todos sepan
quién fuiste;

Cómo explicarles
que existen niños
devorando margaritas
como tú descubriste,

que hay secretos
en los chales
que lanzamos al aire,

que hay brujas suicidas

y elefantes
columpiándose
desde la luna.




Cómo decirles
que los versos
que escribiste
ya los lleva tatuados

para siempre

la piel azul
del agua,

que te veo a menudo
entre incontables
chimeneas encendidas

para que me recuerdes
aquello de las tazas de té

o cuando robamos fruta
en aquella casa abandonada

porque sabios eran los chiquillos
que llevábamos encerrados
tú y yo

y la vida es travesura.





Cómo contarles
a los que nunca
te leyeron

a los que nunca
miraste

que el océano te pasea
como junco
como balsa,

que tuviste que partir
para ser el Capitán
que va plantando nidos
en la luna

cada vez
que un mendigo
sueña